CIFRAS QUE DUELEN: Comprendiendo la violencia de género

La violencia de género sigue siendo, a día de hoy, una de las problemáticas más visibles de nuestra sociedad. Lejos de reducirse a casos aislados, atraviesa todos los ámbitos de la vida y afecta a toda la población, no solo a quienes la sufren en primera persona. Las cifras muestran un aumento constante que refleja un sistema que propaga las desigualdades y normaliza las distintas formas de abuso. Este crecimiento evidencia tanto la persistencia del patriarcado, como la falta de respuestas contundentes y estructurales. Comprender su alcance es el primer paso para enfrentar colectivamente una violencia que nos involucra a todas y a todos.

La violencia machista no aparece de la nada: se aprende, se legitima y se normaliza. Se expresa en la casa, en el trabajo, en las calles, en las redes sociales, en las relaciones afectivas y en las instituciones. No es únicamente agresión física: es control, chantaje emocional, acoso, desprecio, sexualización, explotación, silenciamiento.

Cada forma de violencia responde a un mismo mandato: que las mujeres obedezcan, que no incomoden, que no cuestionen la distribución del poder.

Por ello, no se trata de pedir reformas o de esperar soluciones desde arriba, sino de crear nuestras propias formas de protección, cuidados y resistencia fuera de las lógicas del Estado y del capital.

Solo una transformación real, construida desde abajo, basada en la autoorganización, el apoyo mutuo, la educación crítica y la construcción de relaciones libres de dominación, puede abrir la posibilidad de una sociedad libre de violencia.

Y el Estado no puede destruir el patriarcado, porque forma parte de él.

La justicia minimiza denuncias, cuestiona a las víctimas y garantiza impunidad. La policía ejerce violencia institucional y protege el orden que sostiene la desigualdad. La educación perpetúa estereotipos. Los medios normalizan narrativas patriarcales. La política convierte la violencia en tema de campaña mientras mantiene intactas las estructuras que la producen.

Datos sobre violencia de género en la sociedad actual

En el presente, sigue siendo una lacra social negada por muchos, cuando los datos obtenidos en lo que va de año son escandalosos y preocupantes y ponen de relieve que la sociedad actual sigue sometiendo a la mujer en torno a la violencia de múltiples formas.

Actualmente, hay 524 víctimas de violencia de género al día en España. Y son alrededor de 105.000 los casos activos que se están investigando.

En cuanto al incremento por comunidades autónomas en el número de dispositivos activos, Castilla y León pasó de tener 169 en junio de 2024 a 197 en junio de 2025 (incrementando un 16,6%); Burgos incrementó el número de dispositivos activos pasando de 11 en junio de 2024 a 21 en junio de 2025 (que supone un incremento del 90,9%) [1].

Aunque estos números ya exponen la magnitud del problema, hay una manifestación más definitiva, los feminicidios. Los asesinatos de mujeres por el mero hecho de serlo representan la consecuencia más extrema de las dinámicas de control y sometimiento.

Las víctimas mortales confirmadas son 75 en lo que llevamos de 2025. Esto incluye datos de mujeres asesinadas por hombres, dentro y fuera de la pareja, de las cuales, 5 se han producido en Burgos.

No son hechos aislados, ya que el año anterior acabó con 95 feminicidios. Los datos recogidos desde 2021 [2] se presentan en el siguiente gráfico:

Delitos contra la libertad sexual:

En España, en lo que llevamos de año ha habido 2.655 agresiones con penetración (violación). Un 7 % más que el año anterior en el mismo periodo [3]. En 2024 hubo 2.465 y en 2023 2.305, esto refleja una verdad abrumadora, y es que cada año se incrementan los casos de violaciones en todo el territorio.

También, se han multiplicado los casos de violaciones en grupo en la última década. El consumo de pornografía desde edades tempranas está relacionada con la cosificación y la hipersexualización de las mujeres. A falta de una educación sexual integral desde la infancia, los menores utilizan la pornografía para coger ideas de cómo comportarse en las relaciones sexuales, y esta pornografía está basada en su mayor parte en la sumisión de la mujer, reproduciendo estereotipos y relaciones de poder sexistas.

Por otro lado, encontramos 7.907 denuncias de resto de delitos contra la libertad e indemnidad sexual, lo que supone un incremento del 4.7 %.

Según estudios estadísticos del Ministerio del Interior, en Castilla y León se han denunciado este año 37 violaciones y ha habido 117 denuncias contra otros delitos contra la libertad sexual.

En Burgos, entre enero y junio de 2025, se han denunciado 7 violaciones. Datos que siguen subiendo, ya que en septiembre se detuvo a un hombre por un delito de agresión sexual a una menor.

El siguiente gráfico muestra el incremento de los delitos contra la libertad e indemnidad sexual [4] en España (datos extraídos del Ministerio del Interior y de sus estadísticas de criminalidad):

La violencia de género y, sobre todo, las agresiones sexuales se intensifican y adoptan formas especialmente crueles en los momentos de guerra. Las violaciones y las agresiones sexuales se convierten en herramientas de terror, usadas para humillar, castigar y deshumanizar a mujeres y niñas. En los conflictos, la violencia sexual ha sido utilizada de manera sistemática como estrategia militar, evidenciando cómo el cuerpo de las mujeres se convierte en campo de batalla y cómo la dominación patriarcal se refuerza especialmente en los escenarios más extremos.

La violencia contra las mujeres no se limita a los espacios privados; también se manifiesta en los entornos laborales: acoso, comentarios denigrantes, discriminación salarial y evaluaciones injustas, incluso preguntas aparentemente “cotidianas”, como indagar sobre planes de embarazo o vida personal, pueden convertirse en herramientas de control y presión. Además, la violencia también se manifiesta en los triples cuidados, asumiendo varias cargas como trabajo, familia (menores o personas dependientes) y tareas en casa. Porque la responsabilidad no siempre es compartida.

Todas estas cifras nos ayudan a poner en contexto una realidad que como sociedad debemos tener siempre en perspectiva. Tras revisar los datos [5] y entender la magnitud y las distintas formas que adopta la violencia contra las mujeres, es importante abordar también cómo se interpreta, o se distorsiona, esta realidad en el debate público. En los últimos años, los discursos de extrema derecha han difundido ideas que no se sostienen frente a la evidencia. Por ello, conviene aclarar algunos de estos mitos y contrastarlos. Esto permitirá tener un enfoque de la realidad libre de narrativas engañosas.

Desmontando los mitos de la extrema derecha

“La violencia no tiene género”

La extrema derecha sostiene que la violencia viene determinada por una construcción individual, que no tiene nada que ver con el género o con cuestiones sociales estructurales.

El argumento principal para desmontar esta falacia son los datos anteriormente mencionados, donde se puede ver que la dominación se ejerce principalmente sobre las mujeres.

Y esto viene determinado por los valores sociales y culturales interiorizados que desencadenan situaciones de abusos y sometimiento.

“Las denuncias falsas”

Otra de las injurias de VOX, es la persecución a las denuncias falsas, pero estas solo corresponden al 0,008 %. Además, alegan que los principales agresores son la mayoría extranjeros: dato falso, ya que los agresores extranjeros solo supone un porcentaje menor con respecto al de los agresores españoles.

“Discriminar a un sexo por otro”

Luchar por la equidad no es cambiar el lado de la ventaja, sino eliminarla. Significa transformar la sociedad, basada en jerarquías de poder de lo masculino sobre lo femenino, lo que implica incomodar a aquellos que ven amenazados sus privilegios.

Según palabras de Jesús Muñoz, vicepresidente de ANAVID (Asociación de Ayuda a las Víctimas de “Violencia Doméstica”): “Este país está juzgando a hombres con nuestros impuestos solamente por tener pene”. Este fulano, como tantos otros, pasa por alto que la violencia de género no se define por el sexo (el sexo es biológico, el género es constructo social), sino por un patrón estructural de dominación que sitúa a las mujeres en una posición de subordinación. No se juzga “a los hombres por tener pene”, sino a personas que ejercen violencia en el marco de dinámicas de control, desigualdad y sometimiento históricamente dirigidas hacia las mujeres.

“No es violencia de género es violencia intrafamiliar”

VOX se empeña en invisibilizar la violencia de género deformando la realidad y mofándose de las víctimas. Lo quiere llamar violencia intrafamiliar, pero no solo esta violencia se da en las familias; podemos ver los casos de agresiones sexuales en festividades que se dan en las calles, la violencias en el ámbito laboral, la falta de acceso a diagnósticos sanitarios, la negación de derechos sexuales y reproductivos y un largo etcétera. E incluso, el partido ultraderechista ha llevado al Congreso el discurso negacionista de la violencia de género, sustentando que es un “negocio”.

Pero no solo los discursos políticos influyen en la percepción de la violencia contra las mujeres. Los medios de comunicación también juegan un papel central.

Cada vez que un medio de comunicación informa sobre una violación, no solo transmite un hecho: construye una narrativa. Y en esa narrativa, casi siempre, la víctima vuelve a ser violentada. La forma en que los medios abordan las agresiones sexuales suele centrarse en el morbo, el juicio y la sospecha, más que en la denuncia y la empatía. Se cuestiona qué hacía la víctima, cómo vestía, si había bebido o si “se expuso”. En cambio, los agresores son presentados como “jóvenes normales” o “sin antecedentes”, diluyendo su responsabilidad y humanizándolos más que a la persona violentada. Este doble rasero reproduce el discurso patriarcal que justifica la violencia y pone en duda el testimonio de las mujeres.

Y cuando algunas periodistas, voces disidentes, se rebelan contra este sistema, el fascismo le pone una diana que atenta contra su seguridad y la de su familia. Poniendo de manifiesto, una vez más, que el ataque está dirigido a las mujeres que alzan la voz y que cuestionan las relaciones de poder.

Autodefensa feminista

¿Debemos como sociedad aceptar esta realidad? ¿Tenemos estrategias para combatirlas? La respuesta es clara, tenemos la responsabilidad y las herramientas para transformar nuestro contexto y luchar por un mundo mejor.

Una de las estrategias sería la autodefensa feminista, que no se limita a prevenir agresiones, sino que implica construir empoderamiento personal y colectivo, recuperar la soberanía sobre el propio cuerpo, fortalecer redes de apoyo y replantear la manera en que vivimos nuestras relaciones y nuestra sexualidad.

La autodefensa va mucho más allá de aprender técnicas físicas; es un acto de empoderamiento que comienza por reconocerse a una misma como sujeto de derechos, con voz, cuerpo y deseo propios. Empoderarse significa tomar decisiones conscientes sobre la propia vida, romper con los límites impuestos por expectativas externas y asumir la responsabilidad de cuidarse y protegerse en todos los niveles: físico, emocional y psicológico.

El acto de reapropiarse del cuerpo es otro pilar. Durante siglos, los cuerpos de las mujeres han sido objetos de control, dominación y violencia. Reapropiarse significa recuperar la soberanía sobre nuestro propio espacio: decidir cómo nos vestimos, cómo nos movemos y cómo expresamos nuestra identidad sin culpa ni coacción. Este reconocimiento del cuerpo como propio es, en sí mismo, un gesto de resistencia.

La liberación sexual se vincula directamente con esta soberanía corporal. Reconocer el placer como un derecho, explorar la sexualidad libremente y sin juicio, y cuestionar los mandatos que la restringen o la cosifican, fortaleciendo la autoconfianza y la autonomía. La sexualidad no debe ser un terreno de control externo.

Finalmente, la autodefensa feminista también implica desprenderse de la dependencia emocional del amor romántico. La idea de que la realización personal de una mujer depende de ser amada o de amar de manera sacrificial ha sostenido desigualdades históricas y legitimadas violencias. Aprender a valorarse y cuidarse por sí misma, a tomar decisiones afectivas sin miedo a la soledad y a construir vínculos basados en respeto y reciprocidad, libera de cadenas invisibles que muchas veces nos atan a relaciones dañinas. También debemos desechar la idea de que la pareja controla las redes, a dónde sales o con quién, porque su intención es la de cuidarnos; sino verlo como una forma más de control.

Esto no es un camino solitario; debemos organizarnos y crear redes de apoyo que ofrezcan espacios seguros y aprender juntas, multiplicando así la fuerza de cada una y hacer tangible que la solidaridad puede ser un arma más poderosa que cualquier miedo.

Por último, es conveniente destacar que existe un signo discreto para la autoprotección y la ayuda a mujeres en peligro de sufrir una agresión. Se trata del signo internacional de socorro: mostrar la palma, doblar el pulgar y cerrar los dedos sobre él.

Este gesto simple puede salvar vidas (de hecho, salvó a una mujer de Burgos de un agresor), al permitir pedir ayuda sin palabras cuando se está en peligro. Más que una señal, representa la solidaridad y la sororidad que nos une frente a la violencia. Reconocerlo y difundirlo es un acto de resistencia colectiva: es decirle al patriarcado que no estamos solas, que entre nosotras nos cuidamos, nos alertamos y nos salvamos.

Como decía Simone de Beauvoir: “No olvidéis nunca que bastará con una crisis económica, política o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados. Esos derechos nunca se dan por adquiridos. Debéis permanecer vigilantes durante toda vuestra vida.”


[1] https://violenciagenero.igualdad.gob.es/wp-content/uploads/Principales_datos_Junio_2025.pdf

[2] https://feminicidio.net/category/informes-y-cifras/

[3] https://efeminista.com/2025-datos-espana-violaciones/

[4] https://www.interior.gob.es/opencms/es/archivos-y-documentacion/documentacion-y-publicaciones/publicaciones/publicaciones-descargables/publicaciones-periodicas-anuarios-y-revistas/informe-sobre-delitos-contra-la-libertad-e-indemnidad-sexual-en-espana/

[5] Nota: hay que tener en cuenta que la violencia machista es como un iceberg, lo que sale a la luz solo es la punta; hay muchos tipos de agresiones que no se expresan en datos: agresiones a prostitutas, acoso moral en el entorno laboral, violencia económica, violencia digital, entre otras muchas.

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